Alicia comenzó las clases de piscina a los 5 meses, nos encantaba ese deporte por que trae muchos beneficios como la coordinación motora, el sistema respiratorio (respuesta de inmersión) y el reflejo de nadar (patada), aunque la verdad creíamos que no le iba a gustar mucho el agua porque ella a la hora del baño, a veces (la verdad casi siempre) lloraba pero con el tiempo le jugábamos y ella cada vez lo disfrutaba más, además Alicia ha sido una niña esquiva y no se deja cargar de casi nadie, el caso es que la inscribimos en la liga de natación, y teníamos muchísimas expectativas de cómo respondería a esta nueva experiencia.
Y llego el día, ¡yo estaba tan entusiasmada! Además que Alicia tendría sensaciones nuevas iba a compartir con otros niños, confieso que estaba súper preparada para escuchar a mi hija llorando y ya me hacia el panorama de ella en la piscina sin querer hacer los ejercicios, pero no fue así, en el salón con los juegos y bailes se portó ¡súper bien! Los disfruto muchísimo y cuando era la hora de entrar a la piscina yo pensaba “por favor que no llore…no mucho por lo menos”, y me lleve una gran sorpresa al verla chapoteando feliz con cara de “Me encanta esta bañera gigante” (la verdad me sentí un poco mal al predisponerme) desde esa primera clase la sumergieron y yo confieso que quería tirarme con ropa y todo (como en guardianes de la bahía) y llevarme a mi hija jajajajaja ¡Y es que asusta bastante! Obviamente las profesoras saben lo que hacen pero soy madre y por eso se vale que sea exagerada.